
Hay sucesos de la historia que deben tenerse siempre presentes para no volver a repetirlos.
Ya el pasado Viernes 6 de Agosto se recordó a las víctimas de uno de los sucesos más espeluznantes que recuerde el ser humano, el lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima, por el conocido avión B-29 “Enola Gay”. Tres días más tarde, en un día como hoy, el 9 de Agosto de 1945, el espectáculo de aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, cuando el bombardero B-29 “Bock’s Car” lanzó a “fat boy”, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía de una bomba de uranio.
Al término de 1945, 74 mil personas en Nagasaki y 140 mil en Hiroshima habían fallecido por las heridas causadas por las bombas atómicas.
Con el paso de los años, la cifra de muertos debido a los efectos secundarios del ataque fue aumentando hasta superar las 400 mil víctimas. Cifra que aunque han pasado 65 años de aquél suceso siguen aumentando.
Al recordar hoy a las víctimas inocentes del odio y del egoísmo humano, también quisiera recordar a Juan Pablo II cuando en
“El mundo anhela la paz, tiene urgente necesidad de paz. Y sin embargo, guerras, conflictos, creciente violencia, situaciones de inestabilidad social y de pobreza endémica continúan cosechando víctimas inocentes y generando divisiones entre los individuos y los pueblos. ¡La paz parece, a veces, una meta verdaderamente inalcanzable! En un clima hostil por la indiferencia y envenenado frecuentemente por el odio, ¿Cómo esperar que venga una era de paz, que sólo los sentimientos de solidaridad y amor pueden hacer posible?”
Cada uno sabrá contestar la interrogante que nos dejó Juan Pablo II.
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