20101123

DOS TESTIMONIOS HERMOSOS

Hace unos días recibí dos bonitos testimonios sobre el Mes de María. El primero de un señor de Punitaqui que actualmente, por motivos de trabajo, vive en Chuquicamata y que pasa mucho tiempo solo. En una de esas noches dio con este blog por accidente, le gustó mucho y nos envió su aporte. El segundo corresponde al aporte de una señora de 72 años, un testimonio bonito que nos muestra como era el Mes de María de nuestros adultos mayores, fue enviado por su nieto quien, según nos señala, le presta día por medio su computador para que ella lea el blog. Me señala que a su abuela le gustan las fotos, que encuentra preciosa la parroquia y que felicita a su párroco y a sus jóvenes.

Un afectuoso abrazo para ambos y nuestra alegría por constituir un medio de acompañamiento.




En Punitaqui siempre repicaban las campanas. Eran las campanas de la iglesia. Repicaban para llamar a los feligreses a la misa, recuerdo que los mayores hablaban de la primera seña, de la segunda un poco más prolongada que la anterior, la tercera y última seña era de un bullicio escandaloso. Le pegaban con tal fuerza que los tañidos se expandían por toda la calle.

Las campanas, repicaban para la misa del domingo, para despedir algún difunto. Pero nunca se escuchaban tan fuertes como para el mes de María, a partir del ocho de noviembre hasta el ocho de diciembre. Todos los jóvenes íbamos a la iglesia a rezar y para ver a las muchachas, la gente adulta y los niños se reunían a rezar el Rosario cada noche a eso de las nueve. Era maravilloso el ambiente, la gente cantaba tan fuerte que no se escuchaba nada que no fuera el canto a la Virgen. Nosotros nos sentábamos con las niñas por el gusto de estar cerca pero ni siquiera cruzábamos una mirada toda nuestra atención la tenía ella, la más bella de todas. La recuerdo adornada con las flores de punitaqui, majestuosa siempre sonriente y con la mirada dulce. Como olvidar esos años.

Leandro Salas

Cuando era niña el Mes de María en Malloa se celebraba en Templos y Capillas, sedes vecinales y casas particulares, cada ceremonia acostumbraba a finalizar con una procesión, a la cual todos llevábamos grandes ramos de flores, y cada sábado del mes había que levantarse de madrugada para participar a las 06 de la mañana en la procesión de la aurora, tradiciones que poco a poco se han ido perdiendo.

Fátima García



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