
¿Quién no se ha preguntado cómo se debe vivir la vida de oración?
Podemos pensar que es algo así como una eterna “contemplación mística”, un eterno vivir en otro mundo, una vida que no es vida, cosa que no nos atrae nada. Pero esto es totalmente falso. El ejemplo de María nos puede iluminar.
María fue y es la mujer más normal que nos podemos imaginar. A ella le tocaba barrer la casa, lavar, preparar la comida, sacudir el polvo… ¡María era una mujer normal!
Pero si María fue así, ¿cómo vivía su vida de oración?
Simple y sencillamente con mucho amor y naturalidad. Porque la oración, lejos de ser una especie de antifaz que te tapa la vista de los males del mundo, es un binocular que te permite encontrar lo bueno que hay en él, gozar, disfrutar, vivir.
Una persona que ora, es una persona que vive en la sociedad, que disfruta de lo bueno en ella, que tiene amigos y, sobre todo, es una persona feliz que siempre busca mejorar de la mano de Dios.
Para lograr esta constante vida de oración durante la jornada, tenemos dos grandes medios que son el ofrecimiento de nuestras obras a Dios en las mañanas, y el examen de conciencia por la noche.
Autor: David Varela Flores
Vivir
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