
El sábado 12 de junio, a partir de las 09:30, en la Catedral Metropolitana, el clero de Santiago, religiosos, religiosas y comunidades de laicos celebrarán la clausura del Año Sacerdotal.
De esta manera el presbiterio capitalino se unirá a la solmene clausura que presidió en las primeras horas de hoy el Papa Benedicto XVI en la Basílica San Pedro.
El encuentro en Santiago se iniciará a las 09:30 con la exposición del Santísimo, un tiempo de oración personal y, luego, una “oración comunitaria de carácter penitencial”, para culminar esta parte con la celebración del sacramento de la Reconciliación.
A las 10:30 horas, el Cardenal Francisco Javier Errázuriz presidirá la eucaristía, dentro de la cual el clero y religiosos renovarán sus promesas sacerdotales.
En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa presidió en la mañana de este viernes 11 de junio en la Plaza de San Pedro una concelebración eucarística de clausura del Año Sacerdotal, convocado en el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, "el Santo Cura de Ars".
Junto cardenales, -entre ellos el Arzobispo de Santiago, Monseñor Francisco Javier Errázuriz-, y obispos de la Curia Romana, concelebraron más de 15.000 sacerdotes procedentes de todo el mundo. El Santo Padre consagró el vino utilizando el mismo cáliz de San Juan María Vianney, custodiado en Ars.
En la homilía, el Papa afirmó que el motivo de la celebración del Año Sacerdotal ha sido "comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal", y agregó: "El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio. (...) Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, (...) que abren el mundo a Dios y lo unen a Èl. Por tanto, el sacerdocio no es un simple "oficio", sino un sacramento"
"Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra "sacerdocio". (...) Esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender. Queríamos despertar la alegría que Dios esté tan cerca de nosotros (...) y también, así, enseñar de nuevo a los jóvenes que esta vocación, esta comunión de servicio por Dios y con Dios, existe”.
"Cada cristiano y cada sacerdote deberían transformarse, a partir de Cristo, en fuente que comunica vida a los demás. Deberíamos dar el agua de la vida a un mundo sediento. Señor -concluyó Benedicto XVI- haz que seamos personas vivas, vivas por tu fuente, y danos ser también nosotros fuente, de manera que podamos dar agua viva a nuestro tiempo. Te agradecemos la gracia del ministerio sacerdotal. Bendícenos y bendice a todos los hombres de este tiempo que están sedientos y buscando".
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